Artigo

El cuerpo envejeciente: prisión o liberación

Introducción

El presente es una reflexión y presentación de cuestionamientos que provoquen lo mismo entre los lectores. A diferencia de otros análisis, los correspondientes al campo del envejecimiento se prestan a introspección de sí mismo, lo cual no desde un particular punto de vista es incluso recomendable. Generalmente cuando nos presentamos frente a cualquier texto (sobre todo de temas complicados o controvertidos) pretendemos ser objetivos; sin embargo, esto es imposible frente a un tema que nos toca a todas las personas, el proceso de envejecimiento.

La heterogeneidad del proceso de envejecimiento hace realidad unas u otras posibilidades, lo que es un hecho, es que dicho proceso no puede pensarse sin el cuerpo, como un medio de experimentar la libertad o un aprisionamiento.

Para muchas personas la idea de que su espíritu libre quede atrapado en el cuerpo de un viejo puede generarles angustia, desagrado, frustración… para otros, sin embargo, será la etapa en la que puedan gozar de total autonomía decidiendo y haciendo lo que siempre han querido, abrir las puertas de casa y llevar el cuerpo afuera, aventurarse en viajes, estudios, otras profesiones, amores y encuentros sexuales.

Por otro lado, se debe tener en cuenta que las sujeciones sociales comienzan por las físicas, por sujetar el cuerpo: en los diseños de la ropa y zapatos, los espacios adaptados, los centros para mayores con rejas, las pulseras con identificación, la contratación condicionada a la edad, los horarios de disponibilidad de los familiares, el cuidado de hijos, nietos, u otros familiares, los servicios poco amigables para mayores, etc., Los espacios, las personas, los horarios, los servicios… establecen las condiciones de trato hacia las personas.

La noción del cuerpo es diferente no solo a lo largo de la historia, sino a lo largo del curso de vida. La concepción de la enfermedad hace ver el cuerdo de una manera, mientras que, si se le ve como oportunidad o parte de un proceso, el cuerpo toma tiene también otra forma. Para quienes por sus condiciones en que están llevando el proceso de envejecimiento les ha implicado discriminación o tratos desfavorables por la misma condición, la vejez se ha vuelto un grillete.

La vejez como enfermedad

El cuerpo enfermo precisa de una cura, antes que la amenaza de la muerte se haga realidad. De igual forma, los cuerpos frágiles (fragilizados) vistos en masa, ajenos a la razón solo consumen energía – la propia y la ajena- sin promesa ni futuro, se vuelven difíciles de ver, de colocar en algún sitio porque los cuerpos son volumen, son espacio, aunque a veces son vacíos. Los cuerpos de los viejos enfermos, dan miedo porque parecen fuera de la “normalidad” y despiertan el miedo de una futura realidad. Gabriel García Márquez (2015), relató ese futuro allegado en “Amor en tiempos de cólera”, mientras el doctor se dio cuenta de que comenzaba a tener los mismos síntomas que aquejaban a sus pacientes viejos; al parecer él tenía también esa enfermedad incurable: vejez.

Desde tiempos antiguos se ha podido ver un deseo irrefrenable de la humanidad por mantenerse con salud, pensando que con ello se asegura la juventud o viceversa (Minois,1987). Actualmente no es difícil encontrar a médicos especialistas en medicina antienvejecimiento o de rejuvenecimiento, contratar programas de criogenización para mantenerse, o bien desarrollos de investigaciones que aseguran extender la vida de las personas hasta los 1000 años mediante reemplazos de órganos o partes afectadas. Se sigue creyendo que la vejez se puede curar.

Los cuerpos y la multidisciplina

La división de las disciplinas en general y de las médicas en particular han vuelto el cuerpo zona de batalla, la prioridad de atención siempre será la disciplina propia a menos claro que se trate de un padecimiento “normal” de la vejez. El cuerpo es desmembrado para su observación, diagnóstico e intervención, múltiple y a veces contraria. Los equipos o atención multidisciplinaria se presentan como un intento de diálogo entre diferentes enfoques, saberes, opiniones … pero en muchos casos sigue pesando el ego profesional y el deseo de tener la razón y la última palabra. El enfoque sigue puesto en buscar cual es la mejor o más importante opinión profesional en cada caso, el centro sigue siendo la enfermedad, el cuerpo o el tratamiento.

En este sentido, cuando el foco se mueve a la persona, no a su cuerpo si no al reconocimiento de su autonomía y sus propias inquietudes, deseos, propósitos incluso creencias, sucede un derrocamiento del saber: del supuesto saber. El centro entonces es la persona, de manera íntegra, con todas sus dimensiones, y su atención debería corresponder a una integración igual. Esto implica además no sólo cambiar al Modelo de Atención Integrado Centrado en la Persona, sino también pasar de la multidisplina a la interdisciplina, es decir no sólo reconocer el saber de la persona, sino también el tratamiento como iguales entre otras disciplinas, incluso entre otros actores como cuidadores, gestores, etc. El reto no es fácil considerando que cada quien está acostumbrado a “llevar agua para su molino”, es decir a poner los intereses propios (personales o profesionales) por encima de los demás. El encima, debajo, a un lado… ubicaciones espaciales son utilizados para señalar diferentes importancias jerarquizadas no compartidas. ¿Cómo poder garantizar los derechos de las personas, cuando solo se ven cuerpos acomodados en diferentes niveles?

El éxito en los cuerpos envejecidos

El envejecimiento exitoso, ha sido un verdadero hito para muchas personas que no se veían ocupando cuerpos enfermos y hospitalizados. Así entonces han decidido moldear sus cuerpos, hacerlos esculturas, firmes, fuertes, ágiles… todas esas cualidades que no formaban parte de las descripciones de las personas viejas. Los cuerpos se han modificado para coincidir con nuevas concepciones del envejecimiento. Las miradas que se posan sobre estos cuerpos es distinta, de asombro en algunos casos, de ideal en otros. La mirada propia suele ser placentera por el logro alcanzado, por el éxito obtenido. Simone de Beauvoir (1970) relata como en una ocasión, estando reunida con otras personas, alguno de los presentes se había sorprendido al descubrir la edad de una de las mujeres presentes, puesto que su fisionomía no correspondía a la de una mujer mayor.

Pero, ¿hasta qué punto el envejecimiento exitoso se ha vuelto una imposición? Pasar del envejecimiento activo y la promoción de la autonomía e independencia, con la libertad de tomar decisiones y el autocuidado, al llevar a cabo empresas extraordinarias para asombro de algunos e ideal de otros. El envejecimiento exitoso, está todavía lejos en muchas realidades. Y sin embargo se puede ver de manera tangible en cuerpos atléticos y saludables que incluso pueden competir con los jóvenes en más de un campo desde el deporte hasta el modelaje. Las aventuras extremas no son exclusivas para los inmaduros.

¿Los cuerpos transformados cambian la subjetividad? O ¿Es el cambio en la subjetividad lo que posibilita un cambio en los cuerpos? ¿Estos cuerpos diferentes buscarán una identidad diferente o solo identificarse con otra edad?

El envejecimiento también es alma

Cuando se escucha la célebre frase de mente sana en cuerpo sano, no puede no pensarse en la correspondencia entre la materia y las ideas, entre lo tangible y no etéreo. ¿Puede el alma envejecer? Hay otra frase que reza “el corazón no envejece, es la piel la que se arruga”, lo cual puede llevar a tres ideas: 1) resignación ante la innegable realidad de los pliegues de la piel; 2) una reacción frente al deseo de detener el tiempo; y 3) Evidenciar la existencia de algo más que no es cuerpo.

En el primero de los casos, es aceptar que la piel, el cuerpo, lo visible, la cara que se muestra a los demás: “sufre” cambios, es algo inevitable. La piel es además lo que protege, encierra y además da forma al cuerpo, es decir que todo ello se puede perder. En el segundo supuesto, alguna salida habrá, algo que se pueda hacer, algo que se pueda conservar; es como si un fuego azotador acabara con la superficie, pero quedara el consuelo de que el centro, la esencia permanece intacta, se salvó. ¿Tan mal puede ser la vejez que se pretender detener el tiempo en alguna parte del interior? Por último, toda la vida siendo cuerpo, amando, cuidando, elogiando el cuerpo, para después reconocer que solo era eso a lo que le salen arrugas, que lo importante es el alma, el corazón, el interior.  ¿Por qué no reconocer la importancia de este interior desde tiempo atrás? Y por otro lado decir que ahí nada cambia es como desconocer todos los aprendizajes, emociones, sensaciones, amores, deseos… experimentados durante toda la vida, es decir que el alma también envejece y no tiene porqué ser algo para ocultar o negar.

Al parecer se deja ir la vida mientras se vive, y todo por la preocupación de que no se nos fuera a ir. El problema no es tanto la vejez en sí misma si no la representación del tiempo y lo que ocurre con la imagen del cuerpo en todo ese proceso (Catullo,1997).

Conclusiones

Aunque poco se puede concluir de este análisis (o presentación del mismo), podría que es necesaria una reconciliación entre ambas partes, desde la noción de una y otra, sus significaciones… no somos conscientes de que el cuerpo tiene que ver con el proceso de la vida hasta que notamos que nos estamos volviendo viejos, hasta que sus cambios nos provocan, nos mueven, nos hacen girar la mirada hacia sí. Posiblemente después de que otros lo hicieran.  Es necesario también analizar la propia identidad y sobre qué está fincada, ¿sobre nuevos modelos de envejecimiento? ¿cuál es mi propio modelo?

Como señalé en un principio, es momento que no solo veamos el proceso de envejecimiento como objeto de estudio, sino también como una realidad de autodeterminación y autodefinición, incluidos y sobre todo los profesionales de las distintas disciplinas, ¿cómo hablar de un proceso que nosotros mismos no estamos experimentando?

Referencias

Beauvoir, D. (1970). La vejez. Buenos Aires: De Bolsillo

Catullo, D. G (1997).  Cuerpo, tiempo y envejecimiento. Brasil.

García, Márquez. G. (2015). Amor en tiempos de cólera. México: Diana

Minois, G. (1987) Historia de la Vejez. Madrid. Nerea.

 

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