Artigo

La vejez, futuro de jóvenes

«Todos los seres humanos desean tener una vida larga, pero nadie quiere ser viejo», en esta reflexión de Jonathan Swift de hace unos 300 años vemos perfectamente reflejada nuestra paradójica relación con la vejez y, por extensión, con la propia vida.

Vivimos en una sociedad donde relacionamos la juventud con la etapa de la belleza, el éxito, la autonomía, la productividad, la agilidad, y en cambio a la vejez con la etapa de la enfermedad, la decadencia, la lentitud, la dependencia, en definitiva, como la antesala de su único destino posible: la muerte. Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor podemos comprobar que todas estas concepciones sociales sobre la juventud y la vejez carecen de sentido al observar que no todos los jóvenes son guapos y exitosos, ni todos los mayores son torpes y decadentes. La alegría, el ingenio, la brillantez, no son patrimonio en exclusiva de los jóvenes sino una aptitud ante la vida: todos conocemos a algún joven-viejo y a algún viejo-joven.

 

Sin embargo, si algo es cierto es que no son buenos tiempos para envejecer. Desde hace tiempo ya se venía alertando de que a pesar de que nuestras leyes promulgan la igualdad entre todas las personas, en la práctica podemos observar como fuimos desplazando poco a poco a los mayores de los diferentes ámbitos sociales llegando incluso a una clara marginación.  En estos tiempos de futuro incierto en los que tendríamos que haber protegido a los más vulnerables, decidimos mirar hacia otro lado y negarles a las personas que cimentaron y construyeron el Estado de Bienestar del que ahora todos nosotros disfrutamos el derecho más que merecido de vivir y  morir con dignidad . No supimos estar a la altura.

 

Deberíamos de hacer una profunda reflexión como sociedad, pero sobre todo como personas y enfrentarnos a una verdad a la que no se quiere mirar a los ojos: no podemos anteponer lo económico a las personas ni decidir quién vive y quién muere sólo por su fecha de nacimiento. Deberíamos saber que todos somos personas y que la edad nunca puede ser motivo para quitarnos derechos. Deberíamos concienciarnos de que cuando tratamos a una persona mayor, no podemos olvidar que en primer lugar estamos tratando con una persona, mayor, pero una persona hasta el final, y que el hecho de dar y recibir un buen trato no es una cuestión de edad sino una forma positiva de relación, consideración y reconocimiento que implica reconocer al otro como un igual. Sin embargo, todo esto no será posible si no conseguimos vernos reflejados en los rostros de los mayores y comprendamos que inevitablemente la vejez es futuro de jóvenes.

 

 

César Bugallo Carrera: Doctor en gerontología y psicólogo sanitario. Presidente de la Asociación de familiares de enfermos de Alzhéimer e outras demencias de Fisterra e Soneira –AFAFeS- e investigador del grupo de investigación de gerontología de la Universidade de Santiago de Compostela –USC-.

E-mail: cesar.bugallo@afafes.es

 

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